Deconstrucción de Instituídos
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La deconstrucción de instituidos en el proceso psicoterapéutico
En este artículo vamos a ver el tema de los instituidos que se presentan en los consultantes a lo largo del proceso clínico. Estos «Instituidos» sobrevuelan el imaginario social “haciendo carne” en los individuos que son parte de él.
Los psicólogos tenemos la tarea de analizar, criticar, deconstruir los instituidos que se presentan o manifiestan en forma de «verdades», clichés, naturalizaciones diversas que conforman una realidad que no es dada sino construida. Con esto al mismo tiempo se va configurando cierta subjetividad, esto quiere decir, formas de ver, de hacer, de pensar y sentir.
En el proceso terapéutico, esta mirada deconstructiva intenta concientizar, hacer una promoción de la mirada crítica y por lo tanto promover salud. Concebimos la Salud desde el punto de vista «pichoniano» (Enrique Pichón Rivière), en cuanto a adaptación activa a la realidad. Esto implica una acción del sujeto transformadora de su realidad.
Esto va en la misma línea de enfoque de lo relacionado con el análisis de los universales en el sentido que Pichón Riviere le da, en relación a la elucidación desde lo manifiesto a lo implícito que va a emerger por intermedio del portavoz en una dinámica grupal (aplica a familia por ejemplo), poniendo como ejemplo el esquema del cono invertido.
Vamos a tomar como referencia teórica para tratar la tarea deconstructiva el capítulo 8: “Notas para la constitución de un campo de problemas de la subjetividad”, de Ana María Fernández, del libro: “Instituciones Estalladas”.
Esta autora expresa de forma excelente, en una compilación de autores y desarrollos propios, lo que deseo manifestar en este punto del artículo:
“Para que aquello que se universalizó pueda articularse es necesario realizar, a mi criterio, por lo menos dos operaciones en estrecha interrelación:
- a) una elucidación crítica de las nociones universalizadas, es decir des – esencializar.
- b) Trabajar una dimensión socio – histórica en la noción de subjetividad.
Para el trabajo de des – esencialización han sido y son importantes instrumentos conceptuales las nociones de elucidación crítica (Castoriadis), deconstrucción (Derrida) y análisis genealógico (Foucault).”
¿Qué significa que vamos a realizar una deconstrucción de los instituidos que emergieron en el proceso clínico?
Fernández, cita a Derrida para el desarrollo de este concepto:
“Deconstruir es desmontar, problematizar la relación inmediata y natural del pensamiento (logos) unido a la verdad y el sentido.
Supone una rigurosa problematización de los supuestos hegemónicos que legitiman la búsqueda y garantía del origen como fundamento último de la razón patriarcal . ” ; “ El modo deconstructivo provisto por Derrida, articula la inversión y el desplazamiento de las oposiciones binarias, de manera tal de hacer visible la interdependencia de términos aparentemente dicotómicos y cómo su significado se relaciona con una historia genealógica y particular y construidos para propósitos particulares en contextos particulares.
Se visibiliza que las oposiciones no son naturales sino construidas . Se hace una lectura entre líneas de lo no – dicho en lo dicho, intenta seguir los efectos sutiles y poderosos de la diferencia en acción, dentro de la ilusión de una oposición binaria.”
En esta área epistémica (de epistemología, estudio del conocimiento), que debería ser una actitud permanente del psicólogo en sus prácticas, Fernández, en el libro, destaca el análisis genealógico de Foucault como otra de las herramientas que:
“Permite encontrar los puentes entre las narrativas teóricas y los dispositivos histórico – sociales – políticos – subjetivos que sostienen. En tal sentido indaga sobre las condiciones de posibilidad, los principios de ordenamiento, las formas de enunciabilidad y los regímenes de verdad de sus producciones teóricas” .
Más adelante resume que:
“ . . . lo que hoy día está en cuestión es la existencia de un mecanismo universal de estructuración del sujeto”.
Palabras de Castoriadis, evocado por Fernández en este libro habla de la elucidación:
“Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”.
¿Para qué pensar de esta manera en el desarrollo de un dispositivo de intervención en la práctica clínica del psicólogo?
Considero que la promoción de esta actitud crítica es promover salud.
Sucede que las resistencias al cambio, los miedos, hacen que la gente se sujete a “verdades”, “instituidos” que más que brindar alivio y seguridad producen rigidez y estereotipia, características de la enfermedad o patología. El empezar por el cuestionamiento moviliza.
Es un cuestionarse a sí mismo constante. La mista tarea que se despliega por parte del analista hay que enmarcarla en su contexto, problematizarla y tener igual actitud para con quien se interviene (el consultante): señalando, interpretando, cuestionando y promoviendo acción transformadora. Promoviendo el pasaje de objeto pasivo a sujeto activo ante la realidad.
Ejemplos de la práctica clínica
Veamos un ejemplo de material clínico y su análisis. Son expresiones verbales y no verbales de personas que participaron como denominados pacientes en un proceso grupal clínico de un Programa Psicosocial de Prevención de los Trastornos de Memoria en una institución pública.
Son emergentes surgidos en los talleres llamados «de Estimulación de la Memoria» así como también instituidos que emergieron en las sesiones individuales previas al comienzo de los talleres.
Veamos algunas frases de los consultantes:
– “ A esta edad …”; “ … los años se me vienen encima, ya tengo 67”.
Al preguntarles sobre proyectos de vida se responde:
– “a esta altura … lo que venga me puedo adaptar”.
– “Luego de los 60 hay muchas cosas que están vedadas”.
Se le pregunta sobre cuántas personas visita a la casa:
– “No muchas porque eso se ha perdido, cada uno está en sus cosas, me tiene harta la estupidez humana. Para salir a buscar problemas prefiero quedarme en casa”.
Esto se repite en varias entrevistas:
– “Intento molestar lo menos posible”; o “Trato de molestar lo menos posible a los que me van a cuidar”.
Se le pregunta cómo definiría su actual etapa vital:
– “Es una etapa de aceptación de cosas que no puedo realizar. Deseo planear las cosas, intento hacer
cosas. Al aceptar cosas que no puedo hacer es negativo pero a la vez, es positivo porque para mi edad estoy bien”.
Análisis de estas frases.
Se ve una especie de carga, de mochila sobre los hombros que es pesada. Se percibe sensación de impotencia, de no poder, de aceptación, pasividad y retraimiento.
La edad justifica la impotencia: “los años se me vienen encima”, como si se tratara de una enorme montaña que se abalanza sobre su humanidad. Más allá que la vejez implique pérdidas y adaptaciones a éstas, la aceptación sana no tiene que ver con la pasividad sino poder elaborar esas pérdidas y buscar nuevas metas realizables o proyectos de vida.
“Trato de molestar lo menos posible”. Vemos aquí fragilidad narcicística, una debilidad yoica, una autoestima en menos. ¿Porqué? Podría ser por no poder diversificar los vínculos, no buscar pares con problemáticas similares con quienes poder narrar historias, problemas actuales y proyecciones futuras. Además, esta “auto-devaluación” del viejo es espejo de lo que la sociedad le devuelve, lo que está circulando en el imaginario social y se materializa en la vida cotidiana.
La falta de metas y proyectos es un denominador común. Ser viejo paraliza, inmoviliza y se “acepta”, es una forma de morir viviendo o, de vivir muerto.
Se podría decir que estos sujetos viejos ya “no sirven”, “no producen” por lo que son desechos humanos. La sociedad de consumo se alimenta de individuos funcionales a sus intereses. Un viejo sólo puede ser consumidor en el mejor de los casos o ser una carga para el Estado. Hay que dejar claro que estamos pensando en lógicas mercantiles que son las imperantes en la sociedad ya que vivimos en un capitalismo mundial integrado.
Podemos ver en estas palabras naturalizaciones de lo que implica tener cierta edad “luego de los 60 …”. Los 60 marcan un límite, un pico donde empieza la “bajada”. Más allá que las limitaciones somáticas pueden ser válidas para discapacidades adquiridas, vemos una subjetividad, un “plus”, que determina formas de pensar, sentir y actuar.
Al empezar las primeras sesiones de talleres grupales (en este caso, un grupo de personas de la tercera edad de nivel educativo terciario), de estimulación de la memoria, una de las participantes expresó: “esto no es psicoterapia”.
Esto sucedió en un contexto en que los diferentes participantes se encontraban presentándose y contando cosas de sus historias de vida y en algunos casos emergió la angustia. La reacción de este participante la podemos interpretar de varias maneras. Se puede dilucidar lo que circula en el imaginario social sobre de lo que es “la psicoterapia”, un taller ¿no es terapéutico?; ¿no se va con el objetivo de lograr una mejoría de la memoria en este caso?.
Se ve en esta expresión emergente la disociación entre lo que es la afectividad y las funciones cognitivas (memoria, lenguaje, praxias). Dualismos que se extrapolan desde el paradigma positivista hacia lo social y que “hacen carne” en personas que lo reproducen. Además, puede leerse la creencia popular de que «al psicólogo van los locos» con la herida narcicista que puede producir el ir a “psicoterapia”.
Cuando se le plantea al grupo que pensaran qué implicaba para ellos La Memoria aparecieron diferentes temas que la relacionaban con lo biológico, el diagnóstico, la psicoterapia y las técnicas de estimulación. Este fue el orden de aparición de las asociaciones en relación a la memoria.
En primer lugar aparece lo biológico, como determinante más importante, como origen intrínseco a cualquier individuo que tiene un problema como puede ser un problema de memoria. Después aparece la necesidad de un “Diagnóstico” y un “tratamiento” que supone “psicoterapia” y “técnicas de estimulación” como posible solución. Toda una lógica preestablecida que subyace tras la discusión grupal, lógica que responde a un modelo médico hegemónico.
Los “pacientes” conocen a la perfección «la letra de este tango”. Si tomamos como referencia el marco teórico esquizoanalítico, tenemos desplegado un campo rizomático, cuadriculado como un mapa.
Tenemos una visión que es extrapolada desde el positivismo, que concibe al individuo como una máquina que a causa de un corto circuito se ha dañado y entonces se precisa saber qué tiene para despues “arreglarlo” de alguna manera.
Visión funcional a un sistema social opresor que precisa este tipo de subjetividad para perpetuarse. Ni qué hablar que esto es funcional a la industria farmacológica y por tanto al Mercado ya que si existe una solución “mágica” para “arreglar” mi problema voy a estar salvado.
Vamos a ver que también emergieron frases en este sentido, sobre todo sobre la gran demanda de “técnicas salvadoras para recuperar la memoria”.
Esto no quiere decir que no haya que diagnosticar, ni que no haya que tener en cuenta los procesos biológicos, sino que la idea es exponer lo que surgió en una discusión grupal en la que la consigna era pensar lo que implica la memoria.
El contexto repercutió a favor de este tipo de apreciaciones ya que se trata de un grupo al que concurren sujetos que dicen tener trastornos de memoria. Lo significativo es que la mayoría de personas de este grupo, por no decir todos, presentaban quejas subjetivas de memoria.
Es decir, no presentaban en las pruebas que se les hizo en la etapa previa de diagnóstico situacional, alteraciones cognitivas significativas, ni afección orgánica ninguna. Se pudo ver entonces, la necesidad de explicar en algo biológico su padecer subjetivo de problemas de memoria.
En un ejercicio en el que se les encomendó hacer una historia con palabras que se les daba sin conexión entre ellas se pudo ver como resultado un rasgo nostálgico en todas las historias. Un pasado que se añora, un presente con tristeza: “el pobre hombre triste”; “veranos quedaron atrás”; “pasado atormentaba”; “futuro incierto”; “lento pasar de los días”; “quizás inútil búsqueda de la felicidad”; “perdiendo memoria”; “viendo niños y jóvenes disfrutar”; “ve viejos tristes”; “la casa ya no es la misma, hay un cartel de «se vende».
“Los padres le dijeron que no había que rechazar a los viejos porque era el futuro de todos”.
“Animal viejo y triste añora su pasado”. “Rechazo a los viejos”.
Se puede ver aquí, además de nostalgia y tristeza, sentimientos de rechazo, impotencia, frustración. Contraposición entre jóvenes que están contentos y viejos tristes. La identificación con un “animal triste y viejo”, que “añora su pasado”. La “pérdida de memoria”, como si se tratara de una batería que se va gastando o con una lógica cuantificable.
Surgió en otra dinámica de discusión grupal en la que había que reflexionar sobre ciertas frases que indicaban afirmaciones prejuiciosas. Por ejemplo: «Los humanos con el paso del tiempo se van desgastando».
La primera de las reacciones fue confirmar esta afirmación, “estamos de acuerdo, biológicamente los humanos se van desgastando”, “la vida está programada biológicamente para 120 años”.
«Cuanto más edad hay menos memoria»; “Es verdad”.
Luego de ciertos señalamientos por parte de la coordinación grupal surgieron respuestas mas alentadoras como “con la edad el vocabulario se incrementa”, “la experiencia de vida enriquece”; en cuanto a la primera frase: “si se la toma a rajatabla es así pero tiene su vuelta de hoja”.
Nuevamente se pueden ver instituidas varias cosas como la naturalización de que lo biológico u orgánico es el origen del desarrollo de la vida y la enfermedad. La premisa de que estamos programados para vivir determinado monto de tiempo. Esto es quizás sacado de algún medio que difunde el tema de la Genética, porque todo se reduce ahora al genoma humano.
Luego de un señalamiento de alguien que representa en el grupo el lugar de poder – saber (coordinador), se pudo repensar la problemática y éstas premisas cuestionadas. Se ve cómo el lugar institucional que se ocupa ejerce y produce efectos importantes con lo que hay que saber la gran responsabilidad ética que implica ocupar un lugar con estas características.
Al ir avanzando los talleres, varios participantes expresan la necesidad de que “les demos” más técnicas para “detener el olvido”, además de decirnos que el taller “no era lo que esperaban”.
Aquí vemos la necesidad de las “soluciones mágicas”, del tipo “Compre Ya la pastillita mágica y vea resultados en 24 horas”. Los viejos forman parte de esta sociedad que fomenta esta necesidad de solucionar rápido, de no pensar, de una industria farmacológica muy poderosa que impone, con la complicidad de la ciencia y los profesionales que la sustentan una lógica de este tipo.
No sólo en el sector de la salud, la velocidad alcanza varios ámbitos, la inmediatez, revolución tecnológica mediante, produce sus efectos. Todo es “light”, “soft” y rápido, “no podés perder el tren”, esta subjetividad atraviesa a todos y los viejos quieren soluciones ahora mismo, ya mismo.
La actitud pasiva atraviesa también, “que me den”, no te muevas de tu sillón que te damos todo en bandeja. Moverse (física y mentalmente) puede doler y a nadie le gusta sufrir, para eso tenemos el ejemplo de Jesús Cristo que ya sufrió bastante por todos nosotros los “Cristianos”.
Esto, en un tono un poco en broma es bastante serio pero no quiero irme del tema. Quieren “detener el olvido”, cuando lo importante sería construir memoria, mediante acción, produciendo futuro. La memoria se puede ver aquí presa de un final inamovible. La demencia se agita como un monstruo al acecho, hay un miedo de los viejos a dementizarse. La ansiedad se manifiesta por un vacío que se siente al no conocer qué cosa dentro de mí puede originar una enfermedad tan horrible como el Alzheimer.
Así, las personas pueden estar pensando: «rondan tantas cosas en mi cabeza y tengo tanta ansiedad que ya ni presto atención a lo que hago» y ¿qué sucede?, «me olvido, uy lo que me está pasando! Ya no recuerdo que dejé la caldera calentándose y la ropa colgada toda la noche en la terraza! Será que me estoy dementizando?, me estoy volviendo lenta! «.
Hay que reflexionar que a pesar de las limitaciones biológicas, los humanos tenemos la capacidad de producir cultura, tenemos lenguaje, nos podemos comunicar y tenemos conciencia de ello. Podemos pensar y esto nos diferencia de los animales.
Es así que si queremos detener el olvido, ¿es detener la muerte?; entonces pues, a crear vida. En este punto es cuando a partir de señalamientos y cuestionamientos en el grupo sobre estos instituidos que vemos cristalizados en las personas, podemos comenzar a movilizar y a pensar en el “Proyecto de vida” de la vejez, en el deseo, en la creación o construcción de memoria y de vida.
Retomando el tema del poder, que opera en todas partes, es omnipresente como dice Foucault, y como estamos dilucidando, va a producir visibilidades e invisibilidades. Es así que intentamos en esta deconstrucción, dar luz a estas “oscuridades” que surgen en estos instituidos que estamos viendo.
En una discusión grupal aparece el tema de las plantas de celulosa, ya que estábamos hablando sobre las noticias de la semana. Miremos esta frase que un integrante plantea sobre la conveniencia o no de estas plantas: “son de última tecnología, lo dijo Tabaré (presidente de Uruguay en aquella época). Esto es una garantía porque es médico y oncólogo”.
Más allá del `debate ́ o polémica en relación a este tema, lo destacado aquí es lo poderoso que es el lugar del médico como “garantía”. Sólo este lugar institucional, devaluación mediante de la clase política, genera un efecto cuasi anestésico en la gente ya que es conocida la escasa y superficial información que hay en la opinión pública sobre este tema a pesar del constante tratamiento del mismo en su momento.
Observando los cuerpos también pudimos ver los instituidos en la vejez. En una dinámica grupal en la que se trabajó con el cuerpo transitamos por medio de la expresión corporal diferentes etapas de la vida. La consigna era: «ahora actúen como un niño, después imaginen y compórtense como jóvenes, después como adultos y por último como viejos».
Quedé sorprendido de la metamorfosis que se pudo observar de estas personas en poco tiempo. Se pudo comprobar la subjetividad que representa ser niño, joven y viejo. Esa tarde jugamos a revivir esas etapas de la vida, tal vez tendríamos que haber comenzado por la vejez para que terminen tan enérgicos y eufóricos como cuando “fueron niños o jóvenes” por unos instantes.
La manera de sentirse, pensarse y actuar como niños, jóvenes y viejos, producía una expresión corporal determinada. Esta subjetividad, es muy relevante cuando se cumple un rol en esta sociedad, más allá de procesos somáticos, que me inclino a pensar son fuertemente determinados por esa subjetividad que a la vez es producida por las distintas “fábricas” que componen una sociedad, una cultura en un momento histórico.
El paradigma positivista, producto del dualismo individuo – sociedad y otros dualismos como psico – socio – bio, se extrapola desde las ciencias a los procesos psicosociales por ejemplo. Esto genera subjetividades y cuerpos; instituye determinados cuerpos, conductas, etc.
Hay que tener en cuenta la implicancia de los disciplinamientos a partir de las distintas instituciones que lo conforman y cuyo producto final son, las personas, entre otros. Lo destacaron ya antes los integrantes de la antipsiquiatría (Laing, Cooper, y otros.), el poder e influencia que genera y tiene la asignación de un diagnóstico por ejemplo.
Las etiquetas, los encasillamientos, son útiles para comprender un fenómeno, para acercarnos a su estudio. El problema es el tema de los efectos que genera en las personas que caen bajo esas denominaciones. Esto tenga que ver tal vez, con la necesidad de control sobre «el mar de caos» en el que nos hallamos cuando queremos conocernos; hablo de los seres humanos.
Los viejos que dramatizaban ser niños jugaron, saltaron, corrieron, imitaron a Superman, jugaron a la rayuela. Los dolores y las quejas orgánicas no fueron un impedimento para esto. Después se “convirtieron” en jóvenes adolescentes y expresaban: “que no me miren”, se tapaban, “me decían piropos”. Luego pasaron a ser adultos y las cosas cambiaron. Se los veía más preocupados, cargando cosas, apurados. Al representar el presente hubo un “afloje”, sentían “falta de energía”, “pérdida”, “complicada”, “trayecto”, “recuerdos”, “abuela”.
Un integrante del grupo dice ser “un árbol que se fue cayendo y que se encuentra ahora medio pelado”. Siente “frustración”. Sobrevinieron después estas muestras de nostalgia y resistencias que se manifestaron con la emergencia de nuevos instituidos:
“Una nace con la vocación de ser madre”, naturalización del rol adjudicado y asumido por género femenino en esta sociedad.
“No sentí nada, la vida que tuve es la que me correspondió, lo que me tocó vivir”. Surge esa noción como de vida pre – establecida y “lo dado” como natural, “lo que me tocó”, no hay opciones.
Surgen una y otra vez muestras de mayor apertura en algunos casos y de resistencias en otros: una integrante hablando y cuestionándose en relación a su actividad laboral expresa: “me siento menos enérgica, en una burbuja que si la pinchás no hay nada”, “uno se cuestiona y salen otras cosas”, “renovás” (acota otra integrante del grupo).
“Esto tendría que ser un anticipo y que luego que venga la vida”, como si se planteara que se está percatando demasiado tarde de algunas cosas, ¿de encontrarle sentido a la vida?
Otra participante del grupo plantea el “vivir al día” y el ¿proyecto de vida?. Otra plantea “entregar las riendas a Dios”, “tener el control de todo no se puede”; “voy a aflojar porque soy una acelerada, difícil manejar mi cuerpo”. Todo esto apareció al trabajar con el cuerpo en uno de los últimos encuentros grupales.
Por otra parte apareció lo siguiente que destaca cierta elaboración o intento de hacerlo en la línea de pensar sobre las pérdidas, en lo que ya no se puede realizar, en lo que están sintiendo en esta etapa de sus vidas. Junto con esto hubo un reforzamiento de las resistencias. Las racionalizaciones y negaciones emergieron fuertemente y junto con éstas, los instituidos.
“Ahora pasé al otro extremo, como que me desenchufé de la máquina eléctrica”, “estás en un proceso preoperatorio”, le dice una integrante intentando explicarle sus “síntomas maníaco – depresivos”, señalándole que en unos días iba a tener una intervención quirúrgica.
Otra integrante manifiesta: “he pensado nuevamente en cosas que nunca había vuelto a pensar, recuerdos, no nostalgia, ni tristeza”.
“Sentí los sesenta, siempre tuve presente la gráfica de los sesenta … se terminaron una cantidad de cosas que podías hacer, es otra etapa diferente. Una meseta y de ahí para abajo. Es cuestión de asumirse, hay cosas que ya no, ya estás de otra manera, es como una pérdida. Que te quede, como decía mi padre, vivir de regalo.»
«No te podés subir a los árboles, las alturas, asumir que ahora hay que cuidarse. Las energías, mi cuerpo no da más para trabajar, no quiero más compromisos”.
Después surgen comentarios sobre “la forma de ser del uruguayo”, como “triste, gris, amargo”. Aquí la resistencia emerge con toda su fuerza, como fuerza opositora a todo cambio. “El uruguayo es así” y punto; y como expresión de la resistencia, emergen al final de la discusión de este taller, anécdotas de intentos de robo que sufrieron integrantes del grupo en las “peligrosas calles”.
Esto es una metáfora, o simbolismo de la ansiedad circulante en el grupo y los miedos que generaba el cambio, con sólo pensar en él ya que se podía sufrir el “ser robado” o la pérdida de esa “seguridad” lograda que brinda la situación en su estado actual de cosas.
Pues bien, por aquí terminamos este artículo que intentó dar ejemplos y un marco teórico que explique la deconstrucción de instituídos desde el punto de vista de la tarea que hace el psicólogo en un ámbito psicoterapéutico.
Si te interesó el tema de la Tercera Edad o Vejez, te recomiendo el libro: Psicología de la Vejez, donde se detalla más en profundidad esta experiencia terapéutica.
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