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Mejorar vínculo padre hija

Cómo conectar mejor entre padre e hija

Cinco principios que generan compromiso y confianza entre padres e hijos

Compartimos este interesante artículo sobre las relaciones entre padres e hijas que hemos encontrado en la revista digital Psichotherapy Networker.

A menudo veo a los padres y a sus hijas alternar entre los gritos y el silencio. ¿Cómo puedo ayudarles a comunicarse en sus respectivas transiciones evolutivas?

Cerrar la brecha entre padres e hijas es uno de los grandes retos para los terapeutas familiares. La dinámica más familiar que vemos es el distanciamiento: padres e hijas orbitando en mundos separados, cada uno invisible para el otro. Incluso los padres y las hijas «cercanos» -en relaciones muy estrechas- pueden sentir este distanciamiento, arraigado en el miedo a que ser auténtico resulte en una desaprobación.

Nuestra cultura refuerza este distanciamiento al animar a los padres a ser omniscientes, fuertes y estar al mando. Esto puede empeorar las cosas para los padres que se sienten incómodos con las emociones, y aún más cuando se trata de la transición de sus hijas hacia la feminidad. Las hijas se enfrentan a un mensaje contradictorio: sé fuerte, independiente y segura de ti misma, pero no pierdas tu feminidad.

Esto puede limitar la sensación de libertad de una hija para imponerse a su padre, especialmente cuando hay conflictos o desacuerdos. Padres e hijas siguen manteniendo una visión familiar de las hijas como «la niña de papá», lo que refuerza la necesidad del padre de proteger y la de la hija de ser protegida.

Esta dinámica de distanciamiento suele intensificarse cuando las madres, las parejas, los hermanos -e incluso los terapeutas- intervienen con sugerencias, críticas o prescripciones. Aunque su intención es ayudar, estos esfuerzos pueden alejar aún más a padres e hijas, fomentando la desconfianza y robándoles la oportunidad de negociar los impases.

Casey, una joven de 18 años que está en su primer año de universidad, está luchando contra la anorexia y los cortes. Ella y su padre están atrapados en un círculo vicioso de control: él intenta controlarla recordándole que tome su medicación antidepresiva y criticándola por sus atracones. Ella responde arremetiendo contra él, ya sea interiormente, callándose y encerrándose en sí misma, o exteriormente, gritándole que la deje en paz. Sacudiendo la cabeza con desaprobación, hace comentarios sarcásticos y se marcha con frustración.

La madre de Casey, Elizabeth, incómoda con sus interacciones y a la que Casey pide con frecuencia que intervenga («Mamá, explícaselo tú»), critica los torpes esfuerzos de Bill por involucrar a Casey: «No la estás escuchando». Bill le replica: «¡Siempre te pones de su parte!». Esta batalla creciente acaba con Casey y Bill distanciados y con Bill y Elizabeth más abiertamente enfrentados. Atrapada en medio, Casey no aprende a expresarse directamente con su padre ni a utilizar a su madre de forma constructiva como recurso en su relación con él.

Los siguientes son los enfoques que he desarrollado y utilizado a lo largo de los años y que han demostrado ser eficaces en muchas situaciones como ésta.

Trabajar con toda la familia

Un escollo común para los terapeutas es trabajar exclusivamente con la díada padre-hija, dejando fuera a la madre/pareja y a los hermanos. Aislando al padre y a la hija del resto de la familia se corre el riesgo de crear un enfoque estrecho en su relación como el problema, en lugar de verlo como incrustado en la estructura familiar.

Para contrarrestar la atracción hacia esa fragmentación, los terapeutas deben trabajar con la familia en su conjunto y en diferentes configuraciones, según sea necesario, para interrumpir los viejos patrones y crear en colaboración nuevas interacciones saludables.

Establecer interacciones directas entre padre e hija

La creación de representaciones en sesión entre padres e hijas proporciona a los terapeutas oportunidades para rastrear los patrones de pensamiento y comportamiento que mantienen su desvinculación. En la siguiente viñeta, el terapeuta crea una representación que ilustra el triángulo sintomático: Casey comienza a hablar con su padre sobre un problema que tiene con él. Él la interrumpe.

Ella se exaspera y pone los ojos en blanco en dirección a Elizabeth, reclutando a su madre para que la rescate. Elizabeth acepta la invitación y se lanza a mediar, creando más conflicto entre ella y su marido. El terapeuta, para hacerse una idea clara de la dinámica familiar, anima a que se desarrolle la interacción.

Terapeuta: ¿Qué te parece si tú y tu padre hablan sobre la discusión que tuvieron el fin de semana pasado?

Casey: La verdad es que no sé qué decir. Sólo hace lo mismo una y otra vez.

(Bill mira hacia otro lado. Casey entonces baja la cabeza).

Terapeuta: Bill, ¿puedes ayudar a Casey a elaborar más concretamente lo que le costó?

Bill: Bien. ¿Qué hice mal?

Casey: (Mirando a su madre) ¡Está poniendo esa cara otra vez!

Bill: (Exasperado) ¿Qué cara? ¿Por qué no puedes hablar conmigo?

Casey: (Volviéndose hacia el terapeuta) ¿Lo ves? No puedo hablar con él. Esto nunca pasa con mamá.

Bill: (Mirando a Elizabeth y luego al terapeuta) ¿Así que todo es culpa mía? ¿Todo es culpa mía?

Casey: ¡Papá! No, eso no es lo que estoy diciendo. Siempre le das la vuelta a mis palabras.

Elizabeth: (Dirigiéndose al terapeuta) ¿Puedo decir algo?

Terapeuta: Claro, adelante.

Elizabeth: (A su marido) Tú haces lo mismo conmigo. Déjame decirte lo que está tratando de decir.

Crear límites para abrir nuevos caminos

Para fomentar nuevos patrones de comunicación entre padres e hijas, los terapeutas deben establecer límites claros entre madres e hijas. En la familia de Casey, esto significa desafiar a Elizabeth para que no tome partido en la lucha entre Casey y Bill. Para ello, el terapeuta se gana primero la confianza de Elizabeth demostrándole que entiende por qué se siente impulsada a mediar en el conflicto entre ellos.

Terapeuta: (Volviéndose a Elizabeth) Imagino que apreciará ver a su marido y a su hija encontrar una nueva forma de superar sus conflictos sin que usted sea su traductor. ¿Estoy en lo cierto?

Elizabeth: (Sonriendo) Por supuesto.

(La terapeuta se acerca a Elizabeth y, con una sonrisa traviesa, le pide que aparte su silla de su marido y su hija. Elizabeth se ríe, uniéndose al espíritu juguetón, y mueve su silla).

Terapeuta: (A Casey) ¿Crees que si te abres a tu padre, y tu madre se da la vuelta, podrás seguir centrada en tu padre?

Casey: Sí.

(El terapeuta invita a Casey y a su padre a hablar. Su conversación es incómoda, pero hablan entre ellos sin que Elizabeth los interrumpa).

Durante este intercambio, Casey describe sus luchas. Bill escucha, intenta varias veces resolver sus problemas, pero se queda en la conversación. La terapeuta observa que Casey se ha abierto a su padre y que han conversado sin que ninguno de los dos se haya rendido, se haya retirado o se haya apartado.

El bloqueo temporal de la relación madre-hija da a la atrofiada relación padre-hija la oportunidad de desarrollarse. Aquí, Bill y Casey tienen el espacio para mirarse, tanto literal como figurativamente, y comenzar un nuevo tipo de conversación que es sólo entre ellos dos. Esto también permite a Elizabeth la oportunidad de practicar el estar presente sin ser el centro.

Canalizar la voz de la hija

Muchas mujeres adolescentes y adultas jóvenes se sienten divididas entre tratar de obtener la aprobación de su padre y resentirlo por no estar disponible emocionalmente y/o por tratar de controlarlas. Para tener acceso a su padre, ocultan las partes de sí mismas que creen que él desaprobaría. Este vínculo puede manifestarse con violencia, como intentos de suicidio o cortes, o volviéndose invisibles para ellos mismos y para los demás.

Los terapeutas pueden romper este vínculo trabajando directamente con las hijas para generar formas alternativas de expresarse. Una forma de hacerlo es cultivando una relación terapéutica con las hijas, buscando su ayuda para reestructurar la familia y fomentando un clima que inspire una comunicación más abierta y respetuosa. Si el terapeuta tiene en cuenta sus sentimientos y puntos de vista, las hijas estarán más dispuestas a arriesgarse a hablar con una voz más madura y decidida.

Terapeuta: (Dirigiéndose a Casey) ¿Quieres hablar con tu padre sobre lo que has estado tratando en la universidad?

Casey: Realmente no quiero hablar de ello. Lo haré, pero no quiero.

Terapeuta: Es tu elección. (Dirigiéndose a Bill) ¿Te interesa saber con qué ha estado lidiando Casey?

Bill: Por supuesto.

Terapeuta: Casey, es tu elección, pero es una oportunidad para compartirte.

Casey: Lo sé.

Al aclarar que es la elección de Casey lo que comparte con su padre, el terapeuta demuestra su respeto por ella, al tiempo que señala a Bill que conocer a Casey no es algo a lo que tenga derecho o pueda simplemente ordenar, sino algo que debe ser cultivado cuidadosamente entre ellos.

Fomentar la expresión de la vulnerabilidad del padre

En nuestra cultura, los padres suelen ser entrenados para acallar sus sentimientos. Se percibe comúnmente que ser un «buen» padre significa ser directivo, seguro de sí mismo, administrador y protector; esto no permite la libertad de ser vulnerable, inseguro o de expresar el amor directamente. A continuación, la terapeuta ayuda a Bill a experimentar con nuevos estilos más directos de relacionarse con Casey.

A medida que Elizabeth observa cómo se abre una conversación de respeto mutuo entre Bill y su hija, se vuelve menos vigilante y se inclina más a confiar en su capacidad para llegar al otro sin su intervención. Bill comienza a aflojar su control, admitiendo que no sabe cómo ayudar. Este es un paso importante, y la terapeuta lo fomenta reforzando el mensaje: interésate más por lo que te dice tu hija que por imponer lo que crees que sería útil.

Casey: (Llorando) Probablemente he fallado en ciencias, no estoy tomando mis medicinas y estoy ganando peso. Me siento como una mierda.

Bill: Suspender ciencias no es el fin del mundo. ¿Entiendes cuánta presión te pones a ti mismo?

Casey: (Sollozando) Esa no es la cuestión.

Terapeuta: Casey, ¿podrías mantener la conversación con tu padre y ayudarle a entender mejor lo que necesitas de él?

Casey: (A su padre) No me estás escuchando. Me escuchas, pero luego lo descartas inmediatamente.

Terapeuta: Bien, ayúdelo. Sigue hablando con él. No le vendas, ni te vendas a ti mismo, a la baja. Ayúdale a entender lo que quieres de él en este mismo momento.

Casey: (Quiero que me escuches. Sólo escucha.

Bill: ¿Qué puedo hacer para ayudar? (Dirigiéndose a la terapeuta) Sólo quiero abrazarla.

Terapeuta: ¿Es eso lo que necesita?

Bill: No lo sé.

Terapeuta: Pregúntele a ella.

Bill: ¿Quieres un abrazo ahora mismo?

Casey: De acuerdo.

Este es el comienzo de un cambio significativo en su interacción. Bill frena su impulso de dictar y respeta la expresión de sus sentimientos y necesidades. Aunque todavía es tímida, Casey se mantiene abierta y comprometida con él y empieza a usar su voz para expresarse.

Estas conversaciones son conflictivas y están llenas de muestras de dolor y malestar para todos los miembros de la familia. Es importante que el terapeuta no se deje disuadir por la intensidad de la expresión emocional, sino que se sienta alentado por la capacidad de la familia de tolerar la creciente complejidad de su relación. En esos momentos, el reconocimiento por parte del terapeuta del potencial de nuevas posibilidades es fundamental para fomentar la confianza entre padres e hijas.

 

Traducción realizada y adaptada para PsicologosMyS.Com desde: PsichotherapyNetworker